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Es la mano derecha de Valery Karpin en el Rostov ruso y antes ya trabajó en América, Asia y África

El ribeirense Luis Casais en el Rostov Arena, inaugurado hace un año para albergar partidos del Mundial
El ribeirense Luis Casais en el Rostov Arena, inaugurado hace un año para albergar partidos del Mundial

Luis Casais (Ribeira, 1972) está considerado como una de las grandes referencias de la preparación física, al menos en el fútbol gallego. Licenciado en Psicología, doctor en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, autor de cuatro libros y más de una veintena de artículos en revistas internacionales, aúna su actividad docente y formadora (profesor de alto rendimiento en fútbol y metodología del entrenamiento en la facultad de Ciencias del Deporte de Pontevedra) con una actividad profesional que le ha llevado ya a trabajar en cuatro continentes diferentes. En la actualidad, es el preparador físico del Rostov, equipo de la Premier rusa que está luchando por clasificarse para la Champions con potencias como el Rubin Kazan, el Spartak de Moscú, el Krasnodar, el Lokomotiv de Moscú y el CSKA de Moscú (el líder Zenit parece ya inalcanzable).

«En el Rostov afrontamos la segunda temporada. Digo llevamos porque trabajo con Valery Karpin, con el que ya había estado dos años en el Spartak de Moscú. Es una experiencia distinta, con un club más modesto y una ciudad más pequeña, pero con sus ventajas. Tiene mejor clima, menos duro que el de Moscú, una ciudad más habitable, cómoda y abierta, en contraposición a la urbe pesada y mastodóntica que es Moscú, y un club mas familiar y mucho mas ágil en el día a día», explica.

«Todos los contextos nuevos conllevan una carga y un estrés de adaptación. Recuerdo mis primeros años en Moscú que se me hicieron difíciles: clima muy duro, idioma completamente diferente e idiosincrasia muy alejada a la cultura latina o europea. Visto ahora con perspectiva, y después de haber pasado por otros contextos muy muy distintos como China, África o México, se puede decir que en realidad está mucho más cerca de lo que se piensa, en lo geográfico y en lo psicosocial. Aunque la filosofía de vida y deportiva siguen siendo bastante diferentes a la española», agrega.

Casais también tiene el máximo título de entrenador, el UEFAPro. Fue segundo de José Ramón González en el Atlético Arteixo a comienzos de siglo, y dirigió a equipos como el Boiro, Noia, Portonovo y Pontevedra B. En el cuadro granate fue donde despuntó como preparador físico, llegando al fútbol profesional con el primer equipo. A partir de ahí, dio el salto internacional con Karpin al Spartak de Moscú (Rusia), para luego trabajar en equipos chinos como el Wuhan Zall y el Hebei China Fortune y en el Atlas de Guadalajara (México).

Casais es un trotamundos. «Es algo que tiene aspectos menos positivos, como obviamente estar lejos de tu entorno, pero balanceado por la fortuna de poder conocer diferentes culturas y contextos y, con ello, crecer en lo personal. La dinámica de nuestra profesión, ya completamente globalizada, hace que se tengan que explorar estas opciones. El mercado español es limitado, hay muchos técnicos, de gran nivel. Somos una de las referencias mundiales en este deporte y la mejor liga importando técnicos. No hay espacio para todos. En mi caso, razones personales también me llevaron a elegir este camino», explica.

Además, el preparador gallego estuvo en África varios mesespara poner a punto después de una lesión a Gervinho, capitán de la selección de Costa de Marfil. «Esa quizás haya sido la experiencia que más me ha marcado. Me hizo reflexionar mucho sobre la cultura, la educación, la crianza, la socialización, y lo que cada cual puede entender como felicidad o bienestar. Me quedaba pasmado al ver a los niños ir y venir del colegio, sin ningún adulto cerca, cómo jugaban, cómo pasaban el tiempo, las expresiones de sus caras… Y luego, viviendo entre ellos, lo fácil que lo hacían en el día a día. Todos tenían su labor y su lugar, y se manejaban de manera armónica sin tensiones y sin que nadie tuviese que imponer o forzar comportamientos», explica.

Maestro y formador de innumerables técnicos

La experiencia china también fue muy productiva para Casais. «Profesionalmente me sirvió para aclararme las ideas con las modas, los esnobismos, las tendencias y las imposiciones metodológicas. Llegas a un entorno donde debes retornar a lo esencial, a lo básico. El nivel de desarrollo de aquel fútbol y los condicionantes culturales te obligaban a estrechar mucho las posibilidades y opciones de trabajo, con lo que era una reflexión interesante de seleccionar pocas cosas a hacer, pero que generasen efecto y retorno: que hiciesen mejorar a los futbolistas y aumentaran el nivel competitivo del equipo», relata.

Pero además de por su trabajo profesional, Casais es sobradamente reconocido en Galicia por su labor docente. Preparadores físicos con recorrido como Juan Solla (Watford) o Rubén Crespo (Leeds) y entrenadores como Yago Iglesias (Compostela) lo consideran su maestro. «Tengo la satisfacción de que el grupo de profesores de fútbol que teníamos en la facultad de Pontevedra tuvimos un nivel de integración y complicidad casi mágico (Carlos Lago y Eduardo Domínguez). Muchos exalumnos están ahora en el alto nivel, en diferentes ligas y continentes, y son referencias de buen hacer. Es una evidencia contrastada que en aquellos 10 años de docencia se formaron a muchos egresados que hicieron carrera en el fútbol. Las cuentas son más difíciles de llevar ahora, pero en la actualidad solo de nuestro grupo de investigación en fútbol me salen 20 técnicos que están en el fútbol profesional, y cerca de la centena de egresados que trabajan en fútbol», calcula.

«Era y me siento profesor de educación física. Entre tanto he podido ejercer diferentes profesiones vinculadas: entrenador, preparador físico, profesor universitario, investigador… Siempre intento explicar el por qué hacemos ciertas cosas y no otras. Me gusta hacer conscientes a las personas a mi cargo. Enseñar, si se quiere usar ese término. Volveré a retomar esa faceta, y en lo investigador igualmente. Uno nunca deja de hacerse preguntas, de cuestionarse, de buscar explicaciones, argumentos o soluciones. Ese es el germen del enfoque investigador que no deja de acompañarte», agrega.